De cómo hemos cambiado desde que en 1993 internet se convirtiera en dominio publico y en qué han repercutido las nuevas tecnologías de la información en los profesionales de la escritura.
Y llega internet a mediados de los 90 y poco a poco lo pone todo patas arriba, sobre todo en los últimos tiempos del 2.0.
Ha pasado algo parecido a lo que sucedió con la aparición de
la imprenta de Gutenberg en el siglo XV, aunque fuera un proceso de
implantación mucho más lento y tardío en comparación con las nuevas tecnologías
actuales y su impacto fuera más revolucionario para la humanidad.
Lo que antes costaba dinero, esfuerzo, y sobre todo tiempo
(a veces una eternidad y si no que se lo digan a esas novias desesperadas al no
recibir noticias de sus amantes en los frentes de guerra) ahora llega en un
segundo y de forma tan sencilla tal cual lo es el acto de apretar el botón izquierdo de un ratón
Nuestros antepasados, no tan remotos, carecían de las mismas
facilidades que tenemos nosotros en acceder y dar a conocer sus escritos
mediante un libro, una carta o una publicación. Ahora, gracias a la red de
redes, y al vertiginoso desarrollo de las tecnologías de la información y la
informática, cualquier persona con una conexión y un aparato tecnológico puede
acceder a un abanico inacabable de información y ser partícipe de él.
Es más, el ciudadano de a pie se ha convertido en parte
activa de la historia; ya no solamente marcan el ritmo de los tiempos los
poderosos y los gobiernos. No. Cualquier navegante puede influir en una
determinada marca, tiene opinión para cambiar las cosas, para hacer política o
para formular opiniones y que estas sean tenidas en cuenta.
¿Pero qué ha significado internet para un escritor?
Básicamente, TODO.
Desde una mayor facilidad para llegar a
la información hasta la maravillosa posibilidad de que tú o yo podamos
transmitir nuestras ideas a cualquier persona del planeta, esté donde esté y
sea quien sea.
A esto se le conoce como libertad. La libertad de la
cultura.
Cuanto más cultura haya más libres seremos y en eso la red
de redes está jugando un papel muy importante.
Pero por otro lado tanta información y su descontrol puede generar confusión
y desinformación a la vez. Hay que reconocerlo, no todo lo que circula por tu
pantalla es correcto ni cierto. Es más, existe demasiada basura informativa que
nos desplaza de nuestro objetivo primordial a la hora de buscar una información
veraz y objetiva.
La tan famosa Wikipedia y muchas de las demás wikis que han
salido después al mercado contienen fallos garrafales y auténticas burradas
bajo el paraguas de un instrumento de conocimiento tan famoso como lo puede ser
el Diccionario de la Real Academia de la Lengua hoy en día.
Otras veces es la necesidad de posicionamiento de las páginas web o los blog lo que hace tediosa la lectura de un sitio. La utilización de técnicas SEO en un artículo, mejor dicho su abuso, consigue el efecto contrario al deseado por el editor o el redactor: disuadir al navegante de una determinada página en vez de atraer su atención.
Hay que ir con cuidado cuando navegamos por blog o en los enlaces que encontramos en las redes sociales. Y un escritor o redactor debe extremar mucho
más las precauciones.
Siempre, repito, siempre conviene asegurar las fuentes
documentales a la hora de redactar un artículo. Hay que indagar y llegar hasta
el origen del escrito, por lo menos averiguar lo máximo posible de donde
procede un determinado párrafo, qué tiene de cierto y en qué se ha equivocado
la persona la cual ha publicado la información.
Lo mismo ocurre con las imágenes y vídeos. Hoy en día
existen varias aplicaciones informáticas que nos permiten averiguar la raíz de
una determinada fotografía y si esta tiene derechos de autor o es libre.
Y si el documento escrito, gráfico o audiovisual tiene un
propietario, es obligado pedirle permiso para poder publicar este en nuestro
artículo o página web.
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